El Todopoderoso: Cristo Redentor
Sin duda alguna, el icono de Brasil para el mundo es el Cristo Corcovado (redentor). Un monumento hecho con la sencilla misión de rendirle honor al hijo de dios. La idea de este monumento comenzó a mediados de los 1800, pero fue en el siglo 20, específicamente en 1931 cuando se hizo realidad este simple pero imponente icono.
Para erigir la estatua se eligió lo que hoy en día es el parque nacional de Tijuca, la punta de la montaña que tiene como nombre Corcovado, fue en donde fue construida la estatua que en si, no es muy alta, solo unos 40 m.
Llegar al monumento
Realmente hay dos maneras de llagar al monumento: Por carretera o tomando un pequeño tren turístico que escala has cierto punto la montaña. Por mi parte, tome un taxi, me monte y sin decir mas ni mas dije la palabra mágica: Cristo! Inmediatamente el taxista ofrece su respectivo paquete turístico en donde te ofrece llevarte hasta el cristo esperarte mientras tu lo aprecias, y luego bajarte hasta el lugar de tu preferencia en Rio. Para mí, esto tuvo un costo de unos 60 USD. Tomando en cuenta que solo desde el hotel hasta el Cristo me costaba 25 USD, no me pareció exagerado.
En el monumento
Al llegar al sitio, hay que pagar 7 USD por acceso a este, luego unos pequeños autobuses llevan a los visitantes hasta la base de la estatua en si. Se suben unas escaleras y entonces se puede apreciar la bendición que dona el cristo a la ciudad de Rio de Janeiro. Como había mencionado antes -por Rio estar construida alrededor de sus morros-, las vistas aéreas desde estos es distinta desde cada uno. Es decir, desde el Pan de Azucar se ve Copacabana, pero esta misma no se puede apreciar desde el cristo, ahhh, pero desde el cristo se ve el lago Rodrigo de Freitas, cosa que es imposible desde el pan de azúcar.
No se me olvida cuando yo era niño, un comercial que hizo Pele para American Express, el cual estaba filmado desde el cristo y mostraba la espectacular vista de Rio de Janeiro desde el mismo, incluyendo el hipódromo, tuve que esperar casi 30 años para poder verlo con mis propios ojos.